Se trata de la búsqueda de respuestas a un momento concreto y especial.
Se trata de contemplar el nacimiento y reconocer la cuna de la “arquitectura moderna”. Se trata, en definitiva, de lo mismo de siempre: alguien que se desvincula de la mayoría y que, gracias a ello, consigue descifrar la clave que se esconde en las necesidades y pensamiento de cada momento. Podemos hablar entonces de Arquitectura moderna en Louis Henry Sullivan, desde el momento que deja de depender de usos y reglas del pasado, traduciendo la estructura y la planta de un edificio, a una forma, un revestimiento y un ornamento. Chicago 1890. Chicago 1900. Sullivan y la Arquitectura moderna.
Como consecuencia de la revolución Industrial, a finales del Siglo XIX, se produce en Chicago y en diversos lugares una combinación de Industrialización, Actividad económica y especulación del Suelo, que hizo posible la aparición de un tipo constructivo como era el edificio alto de oficinas. El diseño formaba parte de la ecuación empresarial y el estilo era un aspecto totalmente secundario, donde este tipo de “rascacielos” fue una respuesta al crecimiento de las ciudades y los negocios, y a la concentración de actividades comerciales que albergaban mucha gente en un suelo urbano congestionado y caro. Sullivan es consciente de esta realidad, pero va más allá, y con su siempre presente dualidad de conceptos y situaciones consigue que estas necesidades no sean simple y meramente realizadas por una serie de premisas, sino que les da razonamiento.
Podríamos hablar de esta dualidad, de esta conjugación entre razón y naturaleza muerta; muerta orgánicamente, pero siempre viva desde el punto de vista funcional, visual y formal. Sullivan va hacia una estética que deriva del sistema estructural empleado: Aparece aquí, la diferencia entre estos elementos unitarios, que son los edificios, que pretenden ser autosuficientes en todos los sentidos, y la nueva ciudad que esconde los valores comunicativos y formales y que no puede mantener de ningún modo, una relación con estos edificios, monumentos que dan de sí todo lo que pueden desde la riqueza formal y de identificación con él, sin dejar de lado esa falaz identificación con el mundo caótico, con el mundo fácil.
Los edificios de Sullivan se enfrentan a una situación, a un ambiente donde a nadie le importa, más allá de la obvia identificación del beneficio del prestigio, dejar huella o construir símbolos visuales y menos aún, dar con una solución estilística para este nuevo tipo constructivo. es evidente en la comunicación de sus edificios con el ambiente que les rodea que las prioridades del mismo son la economía, el tamaño y la rapidez, mientras que el arquitecto dirá: “es una ley de todas las cosas orgánicas e inorgánicas, físicas y metafísicas, humanas y sobrehumanas, de todas las manifestaciones del intelecto, del corazón y del alma, que la vida es reconocible en su expresión, que la forma sigue siempre a la función».
Sullivan lo llevará hasta sus últimas consecuencias. En contraposición a este ambiente que le rodea, a esta arquitectura que se miente, utiliza la función para llegar a la forma, significando que la belleza de la forma no surge inevitablemente de la expresión de la función, sino que la honestidad de esta expresión es una precondición esencial para la creación de un edificio bello.
Sullivan en esta relación con el mundo caótico sabe hacer uso de todos los elementos necesarios que integran su programa. es decir, con sus argumentos racionales y, a partir también de unos programas económicos preconcebidos, plantea sin paliativos un tendencioso funcionalismo como meta de estos elementos que luchan contra la realidad. resuelve estas discordancias con la ciudad dando valor, a la hora de resolverlos como autónomos, a las necesidades emocionales del ser humano. estos edificios tratan de conseguir que la construcción estructural de lugar a una expresión artística por medio de la unidad del material, de la construcción y de la forma.
Ésta debe poner de manifesto lo esencial, sin tenernos que apoyar en dualidades, en los efectos decorativos de Sullivan. Éste no se queda simplemente con la retícula viaria sin reglamentos constructivos o limitaciones de altura, sino que los utiliza razonablemente para construir su naturaleza, relacionándola con el arte y a su vez con la forma y estructura, sin dejar nunca de lado los progresos en la técnica constructiva y la personal concepción capitalista de la ciudad que le rodea.
Al hablar de naturaleza, con respecto a la corrosiva ciudad, Sullivan habla en sus edificios con hormigón que, por su plasticidad, posibilita la adaptación a la forma ideal en sentido estático, siendo estéticamente perfecto y correspondiendo a la funcionalidad de estas formas naturales que quiere dar a conocer. nos obsequia también con todo su «egocentrismo», con un desarrollo formal de la
construcción de sus edificios a base de un esqueleto de acero y teorizando sobre arquitectura orgánica.
En este programa, es dueño de un claro instinto de adaptación de detalles exteriores, de ritmo y de proporcionalidad de la
construcción de ese esqueleto. Si volvemos a esa continua dualidad de Sullivan y en la ambigüedad donde trabaja, que es la propia ciudad en relación a sus edificios, notamos que se contradice cuando basa sus obras en el material que utiliza y en las exigencias constructivas, y no tan sólo con la meta de expresar la función.
Tal vez esta manera de hacer se vea con mucha más claridad y gracias al ambiente que rodea a los edificios en el Wainwright Building y en el Guaranty Building. En toda la contraposición que Sullivan quiere hacer entrever que existe en ese ambiente, sobresale la insistente verticalidad de los todos los elementos, a veces apoyada por esbeltas pilastras, pero siempre como una unidad.
Una de las diferencias con respecto a lo que rodea al edificio, la ciudad, era que sus edificios se elevaban orgullosamente, como si no temiesen nada, como si los demás tuviesen algo que esconder: ¡y lo tenían! este enfrentamiento continuo entre Sullivan y la ciudad
se puede basar también, en toda la decoración utilizada, muchas veces de forma ambigua, pero siempre desde un punto de vista totalmente crítico.
Tal vez al decorar las fachadas, Sullivan y su continua contraposición con lo que le rodea, pretende fijar unas proporciones y dar claridad cuando se expresa a partir de molduras y de elementos verticales como en el Bayard Building, y utilizar un elemento vertical para articular la fachada y el edificio como en el Carson, Pirie and Scott, sin dejar de lado los geniales detalles de articulación, como son las ventanas que utiliza.
La ventana Chicago, que pretende dar al propio edificio esa iluminación y esa espacialidad que Sullivan ve que falta en la ciudad
Un no querer mirar la realidad que da lugar a una ciudad que se ve envuelta en una tela de araña de la que será difícil salir.
Encontramos en un ambiente ciego elementos sueltos que lo son todo en sí mismos. Arcadas alargadas, donde las fachadas lisas y enrasadas son articuladas por episodios decorativos. Es decir, esa austeridad de las estructuras de Sullivan se ven articuladas y enriquecidas por elementos que no existen en esa ciudad. el ornamento que utiliza no es intrínsecamente geométrico, sino que casi siempre está contenido por formas también geométricas (de nuevo la ambigüedad). Un claro intento de reconciliar la cultura occidental que también se ve inmersa en ese clima de una ciudad sin un destino claro.
De este modo, Sullivan llega a un lenguaje arquitectónico apropiado para esa estructura de gran altura, y podemos contemplarlo en esa relación con su realidad. De nuevo, relación de la naturaleza del arquitecto con esa naturaleza muerta que es la ciudad. La
estructura decorativa en la que el ornamento es aplicado en el sentido de ser intercalado o agregado se convierte en esa naturaleza, que consta de estructura y ornamentación, una realidad que vuelve a ser discordante con la ciudad que rodea al edificio.
En esta relación fatal se ve reflejada esa cultura igualitaria y superidealizada que rechaza la propia sociedad. Sullivan resume en la relación con la ciudad que el edificio nuevo, el tipo constructivo, debe representar lo que realmente es, y no pretender ser nada más. Sullivan rechaza el buscar soluciones en normas y prácticas del pasado, pero en su continua dualidad y ambigüedad, en algún momento recuerda tiempos pasados. Plasma claramente en su obra que la ornamentación no es anacrónica, pero sí incompatible con la aspiración que tenía de readaptar la historia.
